El paso del tiempo amarillea nuestras fotografías a la vez que edulcora la memoria de los tiempos pasados. Para Pierre Lemaitre (París, 1951), la Francia de los años 50 y 60 fue un país feliz, así al menos la recuerda él, un país que creía en el progreso y miraba al futuro con esperanza.
Pero la memoria, selectiva, puede acabar desarrollando lo que, para el autor galo, es toda una enfermedad: la nostalgia, que nos impide comprender el presente y valorar lo nuevo. Consciente de este problema, alcanzando ya una edad provecta, Lemaitre intenta alejarse de este mal para describir la historia del siglo XX a través de la familia francesa Pelletier.
En Un futuro prometedor, que acaba de publicar la editorial Salamandra en castellano, Lemaitre lleva a esta familia a la Praga de 1959, con la Guerra Fría como telón de fondo. Los fundadores de la saga han abandonado Beirut, vendiendo la célebre fábrica de jabones familiar, y se han instalado en la campiña francesa. La convulsa situación en Oriente Próximo les obliga a regresar a su país de origen, donde sus hijos y nietos, con sus problemas y aventuras, convergen en la nueva casa paterna.
El ambiente allí es festivo, pero el panorama político y social de aquellos años es complejo, lo que se refleja en las conversaciones y discusiones que tienen los miembros del clan. La trama de la novela se centra en el viaje de uno de los hijos: debe cruzar el Telón de Acero para dirigir una peligrosa misión en la capital checoslovaca. Una vez allí, atrapado en un complicado juego de espías, policías, militares, chivatos y traidores, se pondrá a prueba su valentía y sus valores morales.
Un futuro prometedor es la tercera entrega de la saga Los años gloriosos, una serie que sigue las aventuras de la familia Pelletier a lo largo del siglo pasado. La obra, entretenida y ágil, capta la atención del lector desde sus primeros compases, combinando la acción y el suspense de una novela de espías, con guiños en su argumento a John le Carré, con las subtramas protagonizadas por el resto de los miembros de la familia, cuyas luchas personales hacen más compleja la historia y permiten al lector identificarse con unos personajes que le son cercanos. Son esas relaciones familiares las que hacen que la obra se convierta en algo más que una historia de espionaje: un caleidoscopio de la sociedad francesa del momento y un reflejo del tiempo histórico que pretende recuperar.
El siglo XX a través de gente corriente
La saga Los años gloriosos se inició con el volumen titulado El ancho mundo que, ambientada en 1948, situaba a la familia Pelletier frente a una serie de peripecias y aventuras amorosas en el contexto de la Guerra de Indochina. La segunda obra de esta serie fue El silencio y la cólera, ambientada en 1952, que se centra, siempre a través de esta familia, en analizar la lucha por la emancipación femenina y los cambios sociales de la época.
Autor tardío de éxito, Pierre Lemaitre comenzó a publicar novelas policiacas a partir de cumplir los 55 años. Con Nos vemos allá arriba, galardonada con el Premio Goncourt 2013, su carrera literaria dio un giro: se convirtió en un superventas, ya ha vendido más de tres millones de libros, y se propuso un trabajo monumental, contar la historia del siglo XX a través de personas corrientes.
Para ello comenzó una trilogía llamada Los hijos del desastre, de la que la obra anteriormente citada es el primer libro, en la que se narra la historia de tres excombatientes de la Primera Guerra Mundial. La Gran Guerra, la Europa entre los dos grandes conflictos armados y la Segunda Guerra Mundial centran los tres volúmenes publicados en esta saga.
Esta trilogía conecta con la serie de la familia Pelletier, pues entre ambas el autor pretende terminar una historia subjetiva del siglo pasado, una especie de Cuéntame a la francesa, pues se centra en acontecimientos geopolíticos relacionados con la historia de este país y siempre desde la óptica de unos personajes que son una representación de la sociedad gala.
En la obra de Lemaitre puede observarse la influencia de los grandes escritores franceses del siglo XIX, como Zola o Balzac. El mismo autor se ha considerado heredero del folletín decimonónico, un género que hoy, dice, podría tener su equivalente en las series televisivas. Cuando termine la saga de los Pelletier, de la que faltan solo tres entregas, volverá a la novela negra, pero no oculta en las entrevistas que concede que este proyecto le llena de orgullo: «Hay pocos autores a nivel internacional que hayan decidido hacer un folletín de todo un siglo, una ambición literaria un tanto desmesurada».